Zapatero y Gaza
Lo que nuestro presidente del Gobierno califica de "reacciones absolutamente desproporcionadas y contrarias al derecho internacional humanitario" tiene un nombre: crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. ¿Tanto cuesta decirlo? Otros, normalmente aquellos sediciosos que no entienden por qué la vida de un palestino ha de valer menos que la de un israelí, un español o un norteamericano, lo llaman terrorismo de Estado, evidenciando las dificultades por las que atraviesa la comunidad internacional para consensuar de una vez por todas una definición de la palabra “terrorismo”. Pero, terminología aparte, convendría que el presidente del Gobierno tuviera al menos la decencia de respetar los hechos básicos y de no acusar exclusivamente a Hamás por las "conductas irresponsables y provocadoras de ruptura de la tregua", máxime cuando, según EL PAÍS, fue Israel y no Hamás quien violó el alto el fuego la misma noche de las elecciones presidenciales en EEUU, cuando asesinó en Gaza a seis miembros de Hamás, justo como recogiera Juan Miguel Muñoz en esas fechas (El Ejército de Israel rompe la tregua en Gaza al matar a seis milicianos, EL PAÍS, 6 noviembre 2008). No es extraño que Zapatero ignore el hecho dado que la reacción del Gobierno fue nula. Semejante desprecio a los palestinos concuerda, además, con que el horroroso bloqueo ilegal que Israel ha impuesto durante 18 meses sobre Gaza y calificado de “preludio al genocidio” por el observador de UNRWA Richard Falk, tampoco merece comentario.
Pero en algo sí tiene razón Zapatero: España siempre hablará con Israel “desde la amistad”, como así lo confirman las patéticas reacciones a estas atrocidades, o el que nadie en la UE (Zapatero incluido) se digne a hablar con los líderes democráticamente electos en Gaza, o que ningún Estado miembro haya pedido explicaciones a los respectivos embajadores israelíes, o como así lo ilustran, cómo no, los más de 1.600 millones de euros que España trafica al año con nuestro socio comercial privilegiado, y como así lo demuestra el que la UE sea ya el primer socio comercial del Estado hebreo, una relación que no cambiará en nada como fruto de los crímenes execrables por los que (nos guste o no) tenemos un grado nada desdeñable de responsabilidad. Si bien los últimos crímenes israelíes son absolutamente aborrecibles, lo cierto es que a nosotros tampoco nos faltan razones para sentir vergüenza.
Daniel Mielgo Bregazzi, Harvard
